Un grupo de científicos de la Universidad de Ariel, en Cisjordania, se encuentra desde hace meses en una misión que podría tener efectos históricos: se trata de la producción de un vino igual al que se bebía hace 2.000 años, para recuperar y poder sentir en el propio cuerpo el gusto, el aroma, el color y la textura que sintió en su momento Jesucristo al beberlo.
Para esto, el primer paso es la recuperación de la uva Dabouki, cepa con la que se elaboraba el vino en aquel entonces, mediante semillas de uva antiguas en las que se están llevando a cabo pruebas genéticas. El material genético de estas uvas podría ser transferido a uvas israelíes actuales y, finalmente, conseguir la milagrosa resurrección del vino de antaño.
La investigación incorpora también el análisis de vasijas de vino hechas con barro, encontradas en las ruinas de diversos templos judíos. Este no sería el primer logro vitivinícola de dicho grupo de científicos, quienes presentaron en una exposición internacional de alimentos en Milán 2.480 botellas de vino elaborado a partir de uva Maaravi, una variedad considerada extinta, cultivada en el este de Belén alrededor del año 220 d.C.