La paciencia es uno de las principales virtudes y los estos monjes sintoístas hacen gala de ello. Desde las montañas del centro de Japón, llevan más de 600 años recopilando datos climáticos que hoy en día los científicos usan para sus estudios.
Cada invierno, durante algo más de seis siglos los sacerdotes llevaban un registro, al principio de la estación, sobre cómo las crestas de hielo aparecen en la superficie congelada del lago Suwa. Este registro no era intencional ya que era parte de sus observaciones debido a una leyenda donde estas crestas (omiwatari), son las huellas del dios sintoísta masculino Takeminakata cruzando el lago para visitar a la diosa femenina Yasakatome en el otro lado.
A través de esta creencia, los monjes pueden predecir, gracias a la fecha de aparición de estos fenómenos naturales, cuándo llegará la primavera. Esta tradición no sólo les es útil en sus predicciones, sino que les ha llevado a tomar nota sobre estas crestas heladas desde 1443. Sus mediciones ahora sirven como un valioso registro temprano de la ciencia del clima y añaden más pruebas de que el cambio climático es causado mayormente por los humanos.
En sus registros se puede observar qué día se congela el lago y cuántos días pasan hasta la aparición de las primeras crestas. Esta sencillas anotaciones son las mediciones continuas más antiguas conocidas por el hombre y están resultando cruciales para la comunidad científica.
“Estos datos son únicos”, dice el ecologista acuático y limnologista, John Magnuson de la Universidad de Wisconsin-Madison. “Fueron recogidos gracias a la visualización del congelamiento año tras año desde hace siglos, mucho antes de que el cambio climático fuera aún un tema de debate.”
Gracias a estos datos, es más fácil comprender cómo la estación y el clima invernal han ido cambiando a lo largo de los años en esta región de Japón.
Los registros del lago Suwa muestran que la fecha de congelación se desplaza a una velocidad casi imperceptible entre 1443 y 1683, pasando a sólo 0,19 días por década más tarde en el año. Pero una vez que la revolución industrial se inició, la helada del invierno se produjo notablemente más tarde, con la fecha de la congelación del lago de siendo retrasada 4,6 días por década -24 veces más rápido que la tasa de pre-industrial-.
El primer análisis exhaustivo de los datos de los monjes del lago Suwa fue publicado en 1954 por científicos alemanes y japoneses. Como punto de partida, dividieron los registros en dos mitades, tomando como divisoria la Revolución Industrial (S. XVIII). En la primera mitad, desde el siglo XIV y el XVII, el lago se congeló el doble de veces de lo que lo hizo en la era postindustrial.
Los científicos constataron el drama al observar los datos desde el siglo XVIII: el lago estuvo descongelado en 27 ocasiones, en comparación de las 13 veces que se mantuvo sin hielo en los 250 años anteriores.
“A pesar de que existen factores locales que influyen en ambos sistemas,” dijo uno de los autores, el biólogo Sapna Sharma de la Universidad de York en Canadá, “los cambios climáticos asociados con el aumento de las emisiones de dióxido de carbono y la temperatura del aire son factores importantes, quizá generales que explican estas tendencias”.
Científicos americanos y japoneses contrapusieron en la revista Nature los registros del lago Suwa con los del río Torne, que recorre Finlandia y Suecia y cuyos datos se remontan a 1693. En ambos casos, los científicos vieron que las aguas se congelaban cada vez más tarde y se derretían cada vez más pronto desde la Revolución industrial.
“Nuestros hallazgos no sólo refuerzan lo que los científicos han estado diciendo durante décadas, sino que también ponen en primer plano las implicaciones de la capa de hielo reducida”, lo que conlleva a la posible pérdida de actividades de invierno, como la pesca en hielo, esquí y el transporte”, dijo Sharma.