Rocas podrían contener bacterias con primeras formas de vida en la Tierra

Descubiertos en el oeste de Australia en 2011, se cree que los «microfósiles» Strelley Pool, pueden ser todo lo que queda de las antiguas bacterias. Los químicos encontrados en estas rocas de 3.400 millones de años, los han confirmado como la evidencia más antigua de la vida en la Tierra.

En su último estudio, un equipo de científicos utilizó las huellas químicas que quedaron en las estructuras minúsculas encontradas en los microfósiles Strelley Pool y las compararon con las firmas químicas de las bacterias modernas.

El Dr. Julien Alleon, científico del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) que dirigió el estudio, examinó las rocas Strelley Pool utilizando espectroscopía de absorción de rayos X y comparó los resultados con bacterias modernas y microfósiles de apariencia similar de la Formación Gunflint, Ontario de 1.900 millones de años de edad, encontró que las características de cada uno eran aproximadamente las mismas; proporcionando un buen punto de comparación.

«Demostramos que las características elementales y moleculares de estos microfósiles de 3.400 millones de años son consistentes con restos biológicos, ligeramente degradados por procesos de fosilización», dijo el Dr. Alleon.

«Esto efectivamente apoya el origen biológico de los microfósiles Strelley Pool», añadió.

El Dr. Alleon dijo que era notable que estos «ecos de vidas pasadas» hayan sobrevivido durante tanto tiempo, especialmente dadas las condiciones extremas a las que se habrían expuesto a lo largo de los años.

Además de confirmar que la historia de la vida se remonta al menos a 3.400 millones de años, los científicos detrás del nuevo estudio, que fue presentado en la conferencia de geoquímica Goldschmidt en Boston, quieren utilizar sus métodos para investigar especímenes con afirmaciones contrapuestas.

Sus resultados fueron publicados en la revista Geochemical Perspectives Letters.

 

Imagen de portada: Imagen de microscopio electrónico de un microfósil de Strelley Pool, de la variedad analizada en el nuevo estudio. Créditos: Julian Alleon/GPL

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