Muchas tradiciones de Fin de Año tienen un significado simbólico y esotérico, comenzando con un culto al dios Jano de la mitología romana.
La fiesta de Fin de Año celebra la llegada del primero de enero, el Año Nuevo. Enero fue nombrado en honor al dios Jano, de la mitología romana. En inglés es más obvia la relación con la palabra january, ya que en español se eliminó la i de la palabra ianus y su adjetivo ianuarius.
Jano era el dios de las puertas, de los portales y los pasadizos. Considerado también una deidad de la transición, de los comienzos y los finales. Por eso es representado como un dios de dos caras: una viendo hacia el pasado y otra hacia el futuro (Año Viejo y Año Nuevo). Así que la celebración de Fin de Año esconde un culto al dios Jano.
La tradición de realizar o escribir resoluciones de Año Nuevo surgió en Babilonia, hace 3,500 años, aproximadamente. Los babilonios hacían promesas a sus dioses, estableciendo propósitos de Año Nuevo. Más adelante, los romanos también realizaron promesas a Jano al inicio de cada año.
La costumbre de las Doce uvas de la suerte está muy extendida en Latinoamérica gracias a la herencia de España. Consiste en comerse doce uvas, una con cada campanada de una iglesia, a las 12 de la noche del 31 de diciembre.
El origen estaría en la influencia de Francia en España, pero también podría encontrarse una relación con Dioniso, dios de la mitología griega. Dioniso es un dios del hedonismo y de la cosecha de uvas, que son símbolos del placer y la alegría. Dionisio es el mismo dios romano, Baco.
Tradiciones para «purificar» la llegada del Año Nuevo
Curiosamente, en Nochevieja también hay bastantes rituales de destrucción en medio de las fiestas. Esto surge a partir de la idea de «purgar» todo lo malo del Año Viejo y dar la bienvenida al Año Nuevo empezando de cero, sin negatividad. En Latinoamérica uno de los rituales más significativos es la Quema del Año Viejo, que es efectuado desde México hasta Argentina, pero más extendido en Colombia, Ecuador y países de Centroamérica.
El Año Viejo está representado por un muñeco de trapo que puede representar figuras públicas como políticos. El muñeco es elaborado con ropa vieja, papel y paja, y es quemado a las 12 de la medianoche.
Otro ritual de destrucción se realiza en Países Bajos, donde se forman grandes hogueras con los árboles de Navidad de los vecindarios. En Dinamarca se quiebran platos en las entradas de las casas de amigos y vecinos (!).
Estos rituales, por supuesto, también tienen su origen en el paganismo de la Europa precristiana, aunque la Quema del Año Viejo también se les ha atribuido a los indígenas americanos como una respuesta simbólica a la represión de los españoles. Otro posible origen está en la tradición navideña de Olentzero en el País Vasco y Navarra en España.
En toda Europa hubo tradicionales quemas de efigies, y todavía se efectúan algunas. En la Antigua Roma se quemaban muñecos y máscaras en el festival de las Saturnales y los Celtas también tenían el Hombre de Mimbre.
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Estos serían algunas tradiciones más interesantes de la Víspera de Año Nuevo, que se remontan a culturas ancestrales y simbolismo esotérico, principalmente por la influencia europea en América.
Referencias: Britannica / History / Universia / MuyHistoria