El Sol no siempre se comporta de la misma manera. Su actividad fluctúa según ciclos de 11 años. En este momento, por ejemplo, nuestra estrella se encuentra terminando uno de ellos y se acerca a su mínima actividad hacia fines de 2019 o inicios del 2020.
Actualmente nos encontramos en el fin del Ciclo 24 y en un mínimo solar. Este ciclo ha sido considerado débil y las predicciones del Centro Nacional del Clima de Estados Unidos y del Servicio Nacional Meteorológico de EEUU (NOAA, por sus siglas en inglés) apuntan a que el ciclo 25 tendrá la misma intensidad, por lo cual no se espera que la actividad solar tenga efectos especialmente importantes sobre la Tierra.
«Esperamos que sea otro ciclo bastante débil, precedido por un mínimo largo y profundo», aseguró el pasado abril Lisa Upton, doctora en física solar y copresidenta del panel de expertos encargado de predecir cómo será el próximo ciclo.
El próximo ciclo solar
Los expertos indicaron en un comunicado que el ciclo que iniciará en la segunda mitad del año próximo tendrá su máximo nivel de actividad (máximo solar) entre 2023 y 2026.
La actividad de nuestro astro se determina por la cantidad de manchas que hay en su superficie. En el ciclo 25, el rango de manchas solares estará entre 95 y 130, muy por debajo del número promedio que normalmente oscila entre 140 y 220.
El hecho de que el Sol lleve varios ciclos con una actividad «relajada» ha hecho a muchos sospechar que nos dirgíamos hacia una «pequeña Edad del Hielo» o «ciclo Maunder», una etapa en la que apenas se aprecian manchas solares y donde la Tierra sufre descensos de temperaturas muy acusados – el único evento de este tipo registrado se produjo entre 1645 a 1715-.
Consecuencias para la Tierra
La principal incógnita ahora es averiguar cómo afectará a la Tierra el nuevo ciclo solar. «Si bien no estamos prediciendo un ciclo solar particularmente activo, pueden ocurrir violentas erupciones del Sol en cualquier momento», dijo Doug Biesecker, físico solar en el Centro de Predicción del Clima Espacial.
Esta predicción sirve de mucho a los científicos, ya que les ayuda a hacerse una idea de la frecuencia con la que se sucederán las tormentas espaciales de todo tipo. En un comunicado, los expertos han explicado que puede afectar a las redes eléctricas, a las comunicaciones militares, a los satélites y a las señales GPS.
Por otro lado, según recoge el diario ABC, una investigación de Robert Leamon, científico investigador del Centro de Vuelo Espacial Goddar de la NASA, los rayos cósmicos pueden afectar a la conductividad eléctrica en la atmósfera superior, lo que influiría en la formación de las nubes. Según explica Leamon en su estudio, «el pronóstico del comportamiento global del Sol coloca la próxima terminación del ciclo solar a principios de 2020 y, por lo tanto, anticipamos un fuerte fenómeno de El Niño en 2019, y una fuerte La Niña en 2020» que podría cambiar el clima global y fortalecer los huracanes en el Atlántico o alterar los patrones de lluvia en zonas de cultivos tradicionales.
La importancia de estudiar el Sol
Los científicos estudian la actividad solar porque esta puede tener efectos importantes sobre nuestro planeta. Con un ciclo especialmente potente pueden generarse llamaradas solares o superllamaradas, que liberan partículas electromagnéticas cargadas que llegan a la Tierra.
Los astronautas en órbita también podrían verse afectados por dosis de radiación dañinas. Además, a pesar de que se pronostica un Ciclo 25 tranquilo, no se descarta que «puedan producirse violentas erupciones del Sol en cualquier momento» indica el físico Doug Biesecker.