Científicos del Centro Médico Meandro de Amersfoort, en Países Bajos, descubrieron los restos momificados de un monje dentro de una estatua de Buda de casi 1.000 años de antigüedad.
La momia pertenece a un propietario privado, quien en 1996 decidió que alguien reparara las astillas y grietas que estropeaban el exterior pintado de oro. Sin embargo, cuando el restaurador retiró la estatua de su plataforma de madera, notó dos almohadas adornadas con un texto chino colocadas debajo de las rodillas de las estatuas. Al retirar las almohadas, descubrió los restos humanos.
Posteriormente, la estatua milenaria de Buda, que había sido prestada al Museo de Drents en los Países Bajos, fue llevada, -al terminar la exhibición-, al centro médico de última generación con la esperanza de que la tecnología médica moderna pudiera arrojar luz sobre este antiguo misterio.
El equipo de investigadores trabajó bajo el liderazgo de Erik Bruijn, un experto en la materia de arte y cultura budista. Esta es la única momia budista china que se sometió a una investigación científica en Occidente, hasta el momento.
Los investigadores realizaron una tomografía computarizada, la cual reveló el esqueleto sentado. Pero, al intentar analizar las muestras tomadas de las cavidades de los órganos, los científicos se llevaron una gran sorpresa: no habían órganos sino trozos de papel impresos con caracteres chinos antiguos que indican que se trataba de un monje de alto estatus pudo haber sido adorado como un Buda.
«El objeto es una rareza», dijo Wilfried Rosendahl, director del Proyecto de Momia Alemana en el Reiss-Engelhorn-Museen en Mannheim, Alemania.
Analizando una antigua momia
La toma de muestras óseas fueron sometidas a un análisis de ADN. De esta manera, los especialistas lograron identificar a quién pertenecía el cuerpo momificado, encontrado dentro de la milenaria estatua.
Tomografías computarizadas revelaron que la momia era un hombre, de entre 30 y 50 años, que fue momificado y probablemente mantenido en un monasterio durante 200 años antes de que lo cubrieran con papel y esmalte para hacer una estatua.
Usando isótopos radiactivos de carbono, los investigadores pudieron determinar que la momia probablemente vivió durante el siglo XI o XII, mientras que la alfombra que tenía en sus rodillas fue datada en unos 200 años más, dijo Vincent van Vilsteren, curador de arqueología en el Museo de Drents en los Países Bajos.
¿A quién pertenecía la momia?
Se cree que la momia dentro de la estatua de papel maché pintada de oro es la de Liuquan, un maestro budista de la Escuela de Meditación China que murió alrededor del año 1100 d.C., dijeron los investigadores.
Al parecer, en vida el maestro Liuquan era un médico que se dedicó a ayudar a los pobladores a superar diversas epidemias que asolaron la región donde vivían. Aunque la biografía del monje budista se presenta un tanto confusa, la misma asegura que fue muy querido y reverenciado por sus vecinos y también por los pacientes a los que prestaba servicio.
Para los investigadores, el caso de Liuquan se trató de una automomificación, un insoportable proceso de años de meditación, inanición, deshidratación y envenenamiento que algunos monjes budistas emprendieron para lograr la iluminación y la veneración.
Un largo y estricto proceso
El proceso de automomificación era una práctica realizada no solo en China, sino que también estaba muy extendida en Japón y que fue prohibida en el siglo XIX.
Durante los primeros 1.000 días, los monjes dejaban de comer, excepto nueces, semillas, frutas y bayas y se involucraron en una intensa actividad física para despojarse de toda la grasa corporal.
Los siguientes mil días, su dieta era limitada a cortezas y raíces. Cerca del final de este período, bebían té venenoso hecho con la savia del árbol Urushi, lo que provocaba vómitos y una rápida pérdida de fluidos corporales. También actuaba como conservante y eliminaba gusanos y bacterias que harían que el cuerpo se descompusiera después de la muerte.
Este doloroso y riguroso proceso podía extenderse hasta por seis años. El punto culminante de esta antigua práctica sucedía cuando el monje se encerraba en una tumba de piedra apenas mayor que su cuerpo, donde entraba en estado de meditación.
Sentado en posición de loto, mientras meditaba continuamente en el lugar, que solo tenía un pequeño tubo de aire que le proporcionaba oxígeno a la tumba. Cada día, el monje tocaba una campana para que el mundo exterior supiera que todavía estaba vivo. Cuando la campana dejaba de sonar, se retiraba el tubo y se sellaba la tumba para el período final del ritual.
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Era entonces, que se abría la tumba para ver si el monje lograba momificarse. Si el cuerpo se encontraba en un estado preservado, el monje era elevado al estado de Buda, su cuerpo era retirado de la tumba y colocado en un templo donde era adorado y reverenciado. Si el cuerpo se había descompuesto, el monje era vuelto a sellar en su tumba y respetado por su resistencia, pero no adorado.
Más allá de este insólito acontecimiento, podríamos admirar el hecho del buen estado de conservación de la momia; al igual que el aspecto arqueológico, histórico y cultural, que ha evidenciado este increíble descubrimiento y la milenaria práctica realizada por los antiguos monjes, quienes renunciaban a los placeres mundanos, para alcanzar la iluminación y finalmente, la veneración.
Referencias: Live Science / National Geographic / Infobae.
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