La brujería causa la muerte y el exilio de miles de niños en África, los más perjudicados son los niños albinos, a los que acusan de hechicería o utilizan para diversos rituales.
La semana pasada, 10 fueron asesinados en Tanzania, el país con el índice más alto de muerte infantil, debido a la superstición.
El pasado 4 de marzo, la policía tanzana encontró a diez niños descuartizados en la región de Njombe. El gobernador, Christopher Ole Sendeka, anunció que los asesinatos están relacionados con la brujería, pues a los niños les faltaban órganos internos, dientes y genitales; partes del cuerpo que se utilizan frecuentemente en algunos rituales de hechicería en África.
«Nuestros niños ya no están seguros en nuestra sociedad y tenemos que frenar esto lo antes posible», dijo Sendeka en relación a la larga historia de asesinatos infantiles, mientras anunció que ya hay dos detenidos acusados por brujería y homicidio. Se trata del caso más reciente de un fenómeno extendido en ese y otros países africanos que se ensaña con los más indefensos.
Según el director de la ONG África Directo, José María Márquez, los más afectados por la superstición son los niños albinos, pues la falta de coloración en la piel los convirtió en blanco de persecución y violencia por la arraigada creencia en que el albinismo es un efecto “mágico” de los espíritus malignos que poseen sus cuerpos. Para algunas personas la mutilación y tortura son el único camino posible para hacer que esos espíritus se vayan.
El aislamiento de las comunidades albinas es el causante de que Tanzania tenga una de las tasas más altas de albinismo en el mundo –1 de cada 4.000 ciudadanos lo padecen, frente a 1 de cada 20.000 en Europa–. Según el doctor Pedro Jaén, responsable de un grupo de dermatología en el continente, «al vivir aislados a causa de las persecuciones, se casan entre ellos y tienen descendencia. Así que es un problema de consanguinidad y endogamia».
Falta de compromiso del Gobierno
Hasta ahora, las autoridades del país no han resuelto el problema y la población de más de 260.000 albinos todavía es vulnerable a los ataques. Amnistía internacional reclama la falta de compromiso del Gobierno para realizar políticas públicas con impacto cultural que cambien los prejuicios sobre los albinos y, en particular, sobre los niños de la brujería.
Las autoridades locales y varias organizaciones internacionales han descubierto que muchos de esos casos están relacionados con las redes comerciales que se lucran de la brujería. Se estima que los traficantes atacan a los albinos para abastecer a los brujos locales que prometen riqueza a cambio de trozos del cuerpo de un niño. A través de engaños y promesas de un mejor futuro convencen a las familias para que entreguen a los niños voluntariamente.
La extremidad de un niño albino puede costar más de 3.000 euros en el mercado negro, y todo el cuerpo cerca de 60.000, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados; cifras astronómicas para un país en el que el ingreso promedio es menor a dos dólares al día.
La fundación Under The Same Sun asegura que al mes se registran aproximadamente 160 ataques contra los albinos y al año más de 76 asesinatos. Esta misma semana a los diez niños (no todos eran albinos) los mutilaron, les cortaron sus partes íntimas con machetes y los quemaron vivos antes de preparar brebajes con sus despojos.
El circuito «comercial» de tráfico infantil –compuesto principalmente por Burundi, Kenia, República Democrática del Congo, Mozambique, Sudáfrica y Suazilandia– no está necesariamente relacionado con las prácticas rituales tradicionales del continente. Si bien es cierto que muchas de ellas se llevan a cabo con ofrendas animales y amuletos, solo a partir de los años 80 aumentó el número de muertes de niños, en especial albinos, para realizar los rituales.
Acusar de brujería, otra forma de perseguir
Amnistía Internacional determinó que unos de los mayores promotores de la persecución infantil son los pastores de las iglesias luteranas evangélicas, que se expandieron por el país desde esa época.
Los pastores aprovechan la superstición de los tanzanos (el 93 por ciento, según el Pew Research Center de Estados Unidos) para culpar a los niños de las desgracias familiares. Si en una familia hay problemas económicos o alguien padece una enfermedad, es frecuente que el pastor interprete que los males provienen del integrante más joven. Y si es mujer, albina o sufre alguna discapacidad, es más probable que se le acuse de bruja o de traer la mala fortuna.
En ese contexto, el machismo y la discriminación son clave para determinar a quién señalar de hechicería y a quién aislar de la comunidad. Investigaciones sobre el tema señalan que cuando una niña denuncia las violaciones a las que la somete algún familiar, vecino o un líder religioso, es tildada de mal intencionada, poseída o lujuriosa, características atribuidas a la brujería.
A pesar de que el Gobierno de Tanzania y algunos de los otros países han hecho esfuerzos por desincentivar la práctica de la brujería, se trata de una tradición tan arraigada que incluso muchos políticos se aferran a ella con la esperanza de llegar al poder. Tanto así que el parlamento de Tanzania les ha pedido a los políticos que no recurran a la brujería durante las campañas electorales. El mismo presidente, John Magufuli, contrató hechiceros durante la contienda presidencial de 2015.
Debido a las presiones internacionales, Tanzania prohibió la brujería en enero de ese año por el temor de que el fanatismo político desencadenara una ola de violencia contra los niños albinos. Sin embargo, para muchos la prohibición no resuelve el problema de la estigmatización y discriminación que existe en el país y, mucho menos, el de las millonarias ganancias que produce el negocio. Es más, añaden que la prohibición encubrió aún más a esas redes y, por lo tanto, dificultó las investigaciones para encontrar a los cabecillas de cada una de ellas.
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Asimismo, algunos líderes locales piden no desacreditar las religiones y creencias nativas del continente, pues si bien insisten en que se debe atacar a quienes utilizan el pretexto de la brujería para asesinar y obtener ganancias de ello, también reiteran que las tradiciones africanas son ricas y diversas en simbologías, por lo que los ataques a niños en nombre de la brujería afectan a su vez a quienes defienden la preservación cultural y ritual de Tanzania.
El siguiente video, hace parte de un impactante documental filmado durante seis años, llamado «A la sombra del Sol» que cuenta la historia de dos miembros de una comunidad albina en África y su lucha intensa con personas que los tratan como la encarnación del demonio. (En inglés).